La otra cara del Z43

El gobierno federal anunció con enorme relevancia la captura de José María Guízar Valencia, alias el Z-43, considerado actual líder del disminuido cártel de Los Zetas. Lo que no se dijo públicamente es que el testimonio de este personaje cobra especial relevancia en medio de la carrera presidencial: su ascenso en el mundo del crimen organizado surgió de una disputa contra dos parientes de Andrés Manuel López Obrador.

No hay nada que vincule directamente al precandidato presidencial de Morena-PES-PT en estos negocios sucios del narco. El sólo sugerir el asunto en esta temporada suena a infundada guerra sucia.

En la biografía de Guízar Valencia aparece que sus primeros pasos en el mundo del crimen los dio al formar parte de una banda conocida como Los Michoacanos, perteneciente al cártel del Milenio o cártel de Los Valencia. Los Michoacanos se volvieron noticia cuando en 2006 acribillaron al alcalde perredista de Huimanguillo, Tabasco, Walter Herrera Ramírez, presuntamente en venganza porque éste y su jefe de policía asesinaron primero a seis de los de su organización criminal. Uno de esos asesinados era Antonio Guízar Valencia, hermano del Z-43.

Según lo reportado en la prensa hace doce años, José Ramiro López Obrador, entonces líder de los alcaldes perredistas de Tabasco, salió en defensa del munícipe acribillado, acusado de proteger a estos mata-Valencias. Reportes de inteligencia de esa época revelaron, y se publicó, que José Miguel Guízar Valencia pagó 30 mil dólares a un kaibil (ex soldado de élite guatemalteco) por ejecutar al jefe de plaza en Palenque, de nombre José Martín Flores Torruco, sobrino político de Andrés Manuel López Obrador (esposo de una hija de Martín, uno de sus seis hermanos).

Según la investigación del Cisen y la Marina, el recientemente detenido Z-43 estuvo metido en toda esa matanza. Todavía no jugaba el papel de liderazgo que desempeñaba al momento de su captura hace unos días en la Ciudad de México.

Me cuentan fuentes bien informadas que en un primer testimonio informal, en conversación con sus captores, soltó una acusación que podría ser explosiva para la vida política… de Guatemala: dijo que él contribuyó a financiar la campaña presidencial del ex mandatario Otto Pérez Molina, quien cayó acusado de actos de corrupción. Explicó que el dinero lo habría enviado a través de un tal Jesús Torres Solórzano apodado El W o El Comegusanos, con el objetivo de que durante su mandato dejaran operar a Los Zetas con libertad en ese país.

Cuando le preguntaron de México, me aseguran, expresó que “eso se lo guardaba para más adelante”, quizá con la idea de negociar con las autoridades algunos privilegios a cambio de hablar.
 
 
Lo detuvieron dos veces, lo soltaron…

Vivía de pisa y corre. No estaba más de una semana en algún lugar y se mudaba. Tres días por hotel y a cambiar. Nunca repetía, mentalizado a que sólo siguiendo esas reglas podía evadir a las autoridades. Quizá por eso los estudios de personalidad de las áreas de inteligencia del Cisen y la Marina lo consideraban un tipo inteligente, serio, cuidadoso.

Hasta que en un operativo, fuerzas federales de élite lo agarraron en la Ciudad de México. Fue el mismo grupo de infantes de Marina que ha estado a cargo de los grandes golpes: El Chapo dos veces, El Chayo templario, etcétera.

Para aprehender a José María Guízar Valencia, alias El Z-23, no hizo falta un disparo. Lo agarraron desprevenido, de sorpresa. Dijo que sabía que tarde o temprano eso le iba a pasar. No tardó en hablar. Ya bajo custodia, conversó informalmente con sus captores y según me relatan fuentes bien informadas, contó algunas de sus andanzas. Sirvió para corroborar lo que tenían sobre él:

Empezó a inicios del año 2000 bajo el mando de su padre, Paulino Antonio Guízar Romero, quien se mudó de Michoacán a Chiapas para volverse jefe de la plaza histórica de Palenque. Se hacían llamar Los Michoacanos. Paulino se soñaba como una especie de nuevo Rey Pakal.

Traficaba cocaína de Guatemala a Chiapas para los cárteles del Golfo y Sinaloa hasta que lo mataron, presuntamente por órdenes de los hermanos González Valencia, los temidos “Cuinis”, fundadores del cártel Jalisco Nueva Generación.

A su muerte, dejó al frente de la plaza a su hijo Antonio Guízar Valencia, hermano de José María, quien según las autoridades logró amasar una fortuna cercana a los 50 millones de dólares.
 
 
En 2001, José María Guízar Valencia fue detenido por tráfico de drogas. Lo recluyeron en el penal de Reynosa, Tamaulipas. Dos años más tarde se escapó. Las investigaciones revelaron que le costó 200 mil pesos sobornar a un médico de la cárcel para que lo ayudara a salir.

En 2005, su hermano Antonio fue también ejecutado presuntamente por Jalisco Nueva Generación, ahora con la ayuda de Nemesio Oseguera Cervantes alias El Mencho, señalado por el gobierno federal como el objetivo número uno en la actualidad.

Tomó el mando José María. Y en 2007, lo volvieron a detener. Estuvo preso por portación de arma de fuego. Sin embargo, no se dieron cuenta de su identidad. Se hizo pasar por un tal Gregorio. Lo liberaron 7 meses después.

Gracias a eso, se acercó a los meros-meros de Los Zetas. Se hizo compadre de Miguel Ángel Treviño Morales El Z-40, máximo líder histórico del cártel. Lo acompañó cinco años en Coahuila y Tamaulipas. Se creó tal vínculo con él y con el otro mandamás, Heriberto Lazcano, alias El Lazca, que hasta hubo relaciones personales entre la familia Guízar y los dos capos.

Dos veces lo agarraron, dos veces lo dejaron ir. Y con el paso del tiempo, cuando cayeron ambos, se convirtió en el líder de Los Zetas.

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